¿Es la Romería de Costa Rica una ‘Congregación de Iniquidad’

Es el 2 de agosto, y miles de peregrinos están iniciando la caminata de 22 kilómetros desde San José hasta la Basílica Nuestra Señora de los Ángeles (a la derecha) en Cartago, al este de la capital.

De hecho, las personas pueden empezar la peregrinación, o romería, desde donde prefieran, y algunos caminan desde lugares tan lejanos como la provincia noroccidental de Guanacaste o la frontera con Panamá. Algunos, para demostrar su piedad, incluso se arrastran durante kilómetros sobre sus manos y rodillas. Vienen a dar gracias o a pedir un favor a una pequeña estatua no más grande que un puño. ¿Por qué?

La historia no documentada narra que el 2 de agosto de 1635, una niña indígena fue a lavar ropa en un manantial en las afueras de Cartago. Encima de la piedra de la que brotaba el agua, encontró una pequeña imagen de la Virgen, esculpida rudimentariamente en granito negro, que luego llevó a su humilde choza.

A la mañana siguiente, descubrió que la estatua había desaparecido. Fue nuevamente al manantial y, para su sorpresa, la encontró una vez más encima de la piedra. Cuando otros se enteraron del milagroso regreso de la estatua a la piedra, comenzaron a creer que la imagen era la de Nuestra Señora de los Ángeles y que era su deseo que se construyera un templo allí.

¿Fin de la historia? Ni de lejos. Espera a que leas esto.

La siguiente información está tomada de “El Lector de Costa Rica” escrito por Steven Palmer e Iván Molina, que contiene un capítulo titulado “La Cofradía de los Ángeles” del libro “Crónicas Coloniales” de Ricardo Fernández Guardia (San José, 1921).

Según los editores, en este capítulo, “Fernández Guardia redescubre el momento carnavalesco en el que los humildes orígenes del culto atrajeron a las élites de Cartago a las oscuras profundidades del santuario de las clases bajas para una fiesta pagana llena de toros, embriaguez, danzas de origen africano, fornicación y mestizaje.”

Los primeros documentos de la época indican que para 1639 la construcción de una ermita estaba en marcha en el lugar, y en 1653, el Obispo de Nicaragua y Costa Rica aprobó los estatutos de La Cofradía de los Ángeles.

Inicialmente, solamente las clases bajas – los indígenas, negros y mulatos – adoraban la imagen, pero con el tiempo, también los blancos se convirtieron en seguidores de la pequeña estatua negra, a veces afectuosamente llamada La Negrita o Reina de Cartago. En 1679, comenzó la construcción de una iglesia para reemplazar la primitiva ermita, y para 1722 la obra estaba terminada. Finalmente, un decreto gubernamental estableció a La Virgen de los Ángeles como la patrona oficial de Costa Rica.

En el siglo XVIII, el Gobernador Diego de la Haya Fernández construyó, a su propio costo, un gran salón para las festividades. Con el tiempo, a medida que la fama de La Negrita crecía y más y más personas acudían al santuario, se agregaron nuevas salas, creando la gran casa conocida como La Congregación.

Fue aquí, en el mes de agosto, que se celebraban grandes festividades, festividades que degeneraron hasta tomar un carácter vergonzoso. Según Fernández:

“Durante más de 20 días, y bajo el pretexto de la devoción, Cartago se entregaba a una licenciosidad impactante… Por la mañana, se celebraban funciones religiosas, seguidas de un suculento almuerzo; por la tarde, una corrida de toros, refrigerios y una comida sustanciosa, comedias y platos principales; por la noche, una espléndida cena y un baile que generalmente duraba hasta el amanecer.

Todo esto era acompañado por mucho rosolí (aguardiente aromatizado con canela y anís) y otras bebidas alcohólicas que hacían que hombres y mujeres perdieran la razón.”

Más tarde, en una investigación sobre la naturaleza deshonrosa de las festividades, un testigo declaró que “… el lugar donde tenían lugar estas celebraciones merecía el nombre de ‘La Casa de la Congregación de la Iniquidad y Alojamientos de todo en el Infierno’, porque, al ser tan grande y con tantas habitaciones, la gente se encerraba durante las noches de fandangos y cometía males inauditos.”

El fiscal escribió que “la casa de Nuestra Señora de los Ángeles se ha convertido en una escuela para aprender a bailar, amar y… Pero el fiscal no se atreve a decir lo que 30, 40 o cien almas imprudentes se atreven a llevar a cabo en esa casa sagrada bajo el pretexto de la devoción y el festín.”

Las festividades escandalosas de La Cofradía de los Ángeles continuaron hasta 1782, cuando el obispo puso fin a ellas creando La Pasada, o la procesión de la estatua desde el santuario a la iglesia principal, declarando que las fiestas y bailes debían celebrarse en hogares privados, y estableciendo una escuela en la Casa de La Congregación.

Hoy, excepto durante las festividades de agosto, la estatua descansa sobre la piedra original en el santuario pintado debajo de la magnífica basílica, la historia de pasadas iniquidades casi olvidada en medio de la devoción de la ardua peregrinación.

Autora: Kate Galante

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